Este domingo llovía, el tiempo era inestable y nos quedamos en la Sierra de Guara para pasear por un entorno conocido y controlable.
Tozal Guara y el Pico del Águila nos muestran su cara norte, ya sin nieve y con esa serenidad de un día que va de la tormenta a la calma por rachas. Los ruiseñores y jilgueros cantan y dejan de cantar al son de las nubes, según dejan aparecer el sol o lo tapan.
Melodía celeste, de nubes caprichosas, pero con una cadencia de agua, sin viento, que es como el tambor... lástima que en esos momentos de más percusión, se silenciasen los pájaros.
Los hombres seguimos empeñados en pasar entre los montes. Y en Monrepos vamos a hacer otro túnel para llenar de vehículos la zona de Jaca y Sabiñánigo. ¿Tranquilidad? Habrá que buscar más y más lejos donde no llegue el asfalto.
Al final del día estas flores se abrieron. Por la mañana se adormecieron para que el sol no las quemase. También al final del día cosechamos algún champiñón silvestre, de los grandes, los llamados agaricus albertii y el lunes cayeron en tortilla.
También el monte debe sus frutos al que lo trabaja paseando.
frid
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