Wednesday, May 07, 2008

SIERRA DE GUARA: EL BARRANCO DE MASCÚN. Por José Yañez



Mascún, brujas y espíritus. Uno de los parajes más bellos del territorio nacional. A medio camino entre Barbastro y Huesca a través de la N-240, perfectamente accesible desde Rodellar, hasta hace pocos años injustamente olvidado en textos y folletos de divulgación geográfica y turística nacionales...




SIERRA DE GUARA: EL BARRANCO DE MASCÚN

En Aragón Liberal .es




Los ríos que se formaron con la desglacificación, se abrieron paso a través de la roca de montaña, labrándola en tajos profundos que prestan al paisaje alto aragonés, unas características muy singulares. Estos ríos originaron la aparición de unas voces o palabras denominadoras del lugar por donde discurrieron estos citados ríos. Así hay congostos como los de Olvena, Ventamillo y Mongay; desfiladeros como el de las Devotas; foces como las de Escarrilla, Escalete, Barrasil y Biniés. Saltos como el de Roldán, donde se asegura que este personaje, caballero en su montura, al estar a punto de ser alcanzado por las tropas moras que le perseguían, la tierra se separó, poniendo a salvo al caballero cristiano.

Se le dice cañón al de Añisclo y gorgas como las de San Julián de Lierta. Estrechos a aquellos por donde discurre el río Guatizalema, y más conocido, vulgarmente por “matapanizos”•. Por último, y entre otras denominaciones que no van al caso, existe la palabra o denominación barranco, con que se designan no pocas brechas fluviales y sirviendo para singularizar aquellas de menor rango e importancia. (Cerca de Monzón, se halla el conocido barranco de la Clamor, en Selgua) Siguiendo con esta misma palabra que quizás haya servido para restarle interés al posible visitante, paradójicamente es la denominación que se emplea al más original, amplio, espectacular y fantástico de nuestros tajos aragoneses formados por la erosión fluvial:El barranco de Mascún que posee una aplicación a todas luces inadecuada hoy día puesto que no corresponde al exacto calificativo de su imponente y majestuosa importancia.

Mascún, brujas y espíritus. Uno de los parajes más bellos del territorio nacional. A medio camino entre Barbastro y Huesca a través de la N-240, perfectamente accesible desde Rodellar, hasta hace pocos años injustamente olvidado en textos y folletos de divulgación geográfica y turística nacionales. Sin embargo, contrastando con nuestra indiferencia o ignorancia, goza Mascún de una enorme popularidad en el extranjero, siendo los franceses sus mayores y entusiastas adeptos. Ordesa, Mascún y Añisclo siguen siendo los temas predilectos del francés en la prosa y fotografias de los boletines de excursionismo que hacen referencia al alto Aragón.

La atención francesa por Mascún, proviene de la importancia que le prestaron los clásicos del excursionismo francés desde que en junio del año 1870, un guía de Gavarnie (Henri Passet) acompañó al turista Lacotte-Minard al casi anónimo desfiladero. Éste creo que fue un célebre y rico notario del sur de Francia que, fuertemente impresionado con la visita a Mascún, editó, por su cuenta, un pequeño libro dedicado a relatar cuando allí había contemplado, admirado y emocionado.Tras sus huellas, impresiones y publicidad, llegaron sucesivamente los célebres excursionistas Lalanne, Lequeutre, el conde de Saint-Saud, Tissandier y Briet, quienes se encargaron de ofrecer dimensión internacional a Mascún en unos momentos en que el excursionismo francés y concretamente su élite del Club Alpino, polarizaban la atención de todos los aficionados europeos a esta disciplina. Muchos años después es significativo que el tramo oculto de Mascún (su último y en apariencia infranqueable kilómetro) haya correspondido su divulgación a otro famoso viajero francés, el doctor Minvielle. Este médico francés, junto a su compatriota Briet, han escrito las más bellas páginas de Mascún que hemos leído hasta la fecha.
Pocos años después, el oscense Lucas Mallada haría a su vez distinción de Mascún poniendo su entusiasmo en la fría prosa del científico, una desusada floración de brillantes adjetivos en línea con aquellas frases de los primeros excursionistas de los que hemos tomado dos de ellas: Es un paisaje de las mil y una noches (Lequetre) Es un Menfis geológico (Briet).

Otín (1.010 m) es un pueblecito abandonado, en donde hasta hace muy pocos años, tan sólo resistió en su vecindad un solo habitante. Un excelente abuelico, persona acogedora y muy agradable, contador de mil historias y sucesos. El camino para llegar a Otín, situado a la izquierda subiendo hacia Mascún, es muy largo y fatigoso pero cómodo.Bajando de regreso de este pueblo se puede admirar el impresionante espectáculo de Mascún desde lo más alto de sus acantilados de cierre. Son unos 400 metros de caída vertiginosa entre la cornisa que hace de balcón y el lecho del río seco por esta parte.Hasta donde llegan nuestros ojos, que es muy larga distancia, se nos aparece una inverosímil erupción de obeliscos, de agujas y monolitos gigantescos, de puentes naturales (cortado y precioso el del beso), oquedades y cantiles almenados envuelve el cauce ahilado de Mascún por el que gravas calcinadas, reverberantes a pleno sol, se arrastran y retuercen entre esculturas de roca de color rojo encendido, amarillos, grises, naranjas y azules. Se recomienda contemplar este cañón desde Otín puesto que es posible que jamás pueda verse algo parecido en otro lugar. El camino o recorrido ortodoxo es por los fondos del desfiladero, vadeando el río a ratos seco y mayormente con badinas profundas, pero si además se tiene ocasión de contemplarlo desde arriba no debe dejarse, máxime cuando de cada diez excursionistas que van a Mascún tan sólo uno o dos (en nuestro caso) se atreven, arriesgan y tienen suerte de llegar hasta el cierre, sorteando el caos, y poder calibrar la exacta magnitud total del cañón.

Este recorrido por el lecho o fondo puede oscilar entre 4 ó 5 horas, según acompañen o no las dificultades del río y las condiciones atmosféricas. Una fuerte tormenta de pocos minutos, convierte el seco lecho del río en un cauce enloquecido y sus aguas arrastran todo lo que se ponga por delante.
La visita a Mascún ofrece tres opciones o posibilidades contando con la salida, andando, desde Rodellar que resulta un trecho corto y cómodo. La excursión sencilla con niños, adentrándose un poco después del umbral o comienzo del barranco. La excursión media hasta más allá de la mitad del recorrido total contemplando buena parte de sus maravillas a izquierda y derecha. Y por último la poco recomendable “alta excursión” que es llegar hasta el final del recorrido venciendo el vértigo; trepando como posesos por verticales paredes; saltando sobre estrechas cornisas y haciendo caso omiso del obsesivo vuelo circular de unos espectaculares buitres sobre nuestras cabezas.

Descender desde Rodellar hasta Mascún no ofrece ninguna dificultad. Al poco trecho aparece la fuente de Mascún que vierten sus aguas tres misteriosos recorridos subterráneos que nadie ha podido demostrar sus orígenes hasta la fecha. La boca de su caverna tenebrosa que tiene un hálito frío, desmiente su primer aspecto repelente, haciéndole al viajero el favor de un chorrito límpido y riente que se esparce en el verdín de lentejas, musgos y berros. Aparecen unas siglas GEPG que indican la atención que los espeleólogos de Peña Guara de Huesca prestan a dicha fuente, aunque la secreta oquedad, con su insidioso juego de sifones interiores, se resiste a toda costa a la exploración total. Ante dicha fuente se nos aparece ya el primer rincón de calidad única. Un gran acantilado entre azul, rojizo y gris, representa la elegante coronación de un puente natural, muy aéreo, temerariamente alzado y que se nos representa la escala de Jacob que quisiera ganar el cielo. Bajo dicho puente, la pared cae extraplomada, abombada como una descomunal frente humana, diferenciando robustos fustes y oquedades en cuyos flancos medra la maleza de boj, casi desarraigada, colgante, o se yerguen sabinas centinelas retorciendo en la roca pulimentada ansiosas raíces. Muy en el fondo, donde se halla el pedregal, pequeñas bolsas de agua, verdinegras e inmóviles, sirven de espejo a las recias tabicaciones del cañón.

Pocos metros hacia delante, el cañón se abre hasta dar su máxima amplitud y quizás también sus paisajes más discretos.El camino se ve sembrado de encinas chaparras, enebros (chinebros en aragonés) sabinas, bojes y matorrales de espantazorras.(Reciben el nombre del ruido que hacen las semillas dentro de sus vainas secas).

El lecho de la garganta se convierte, poco a poco,en un pavimento de guijarros soldados con cemento de barro seco. El agua de las ollas (badinas) se ha evaporado quedando en los alveos una costa arcillosa donde está pegadas ranas de pergamino y peces polvorientos que parecen de cartón.A la derecha de donde nos encontramos aparece un enorme espolón o mallo gigante, de paredes verticales, en donde se halla “la ermita del espolón” dedicada a la virgen del Castillo y que se puede llegar, hasta ella, por una cómoda senda desde Rodellar. La Federación Aragonesa de Montaña tiene previsto, en breve plazo, la construcción de una “vía ferrata”, con escaleras de hierro en forma de U empotradas en la roca y a su vez, a los lados, tramos discontinuos de cable de acero para la sujeción de los mosquetones de los aficionados a la escalada.

Cuando visitamos estos extraordinarios parajes, un 10 de agosto de 1970, son como un verdadero infierno. El calor es agobiante y demoledor. Nos hemos puesto en marcha, con unas botas montañeras, una mochila y una cantimplora, comenzando el amanecer. Poco después, en una pequeña olla, con buena cantidad de agua limpísima y fría, mi acompañante encuentra un gran placer al sumergirse en la helada badina como debió hacerlo Adán en el paraíso.Estamos completamente solos en el cañón. No hemos encontrado a nadie ni a la ida ni a la vuelta Tan solo los enormes buitres no cesan de dar vueltas sobre nosotros, seguramente irritados por nuestra intromisión en su territorio.

Al faltar el agua discurriendo por el lecho del río, en esta época de pleno verano y sequía, el cañón parece como si hubiera perdido la vida, si bien se asegura y nos han advertido seriamente que es ahora cuando inician su mayor actividad los escorpiones.

Las gentes excursionistas y extranjeras decimonónicas alabaron, entonces, las excelencias del cañón mientras que los lugareños sufrían la impresión, en su ánimo, de ciertos temores supersticiosos.Brujas, fantasmas y espíritus malignos......

Las extravagantes formas del cañón, como ruinas de una ciudad encantada, parece ser que intimidaron a los caminantes, juntamente con la sensación opresiva producida por el profundo tajo, con su acusada soledad, con su espeso silencio, siempre tan propicio a misteriosos ecos y resonancias. Toda la garganta, para los lugareños que debían tomar a ratos dicho camino que les conducía bien hacia la montaña o bien hacia la tierra baja, nunca fue lugar propicio para hacer paradas o descansos y siempre, por temor, se recorría apresuradamente.

Todavía en tiempos de Briet el francés (1908) perduraban temores supersticiosos y los muleros hacían lo posible para no dejarse sorprender por la noche en el desfiladero de Mascún. Historias y anécdotas de seres aparecidos, voces de ánimas, sonidos de ultratumba, de monturas que se negaban a continuar inexplicablemente el camino y a veces sorprendidas por un pasmo repentino, y de caminantes que llegaban a sentir pasos a sus espaldas durante todo el trayecto, han venido llegando hasta nuestros días. Hemos observado que hoy día, los actuales vecinos de estos lugares se ríen y critican aquellos miedos de sus abuelos. Pero también observamos que estos descendientes de aquellos, con superioridad y más cultura, siguen teniendo mucho respeto y cierto recelo por el cañón.Fue Mascún amplio cubil de lobos que bajaban a la sierra desde el pirineo para invernar y aparearse.Para completar el cuadro sombrío de Mascún (con sus lobos, escorpiones, águilas y buitres, fantasmas y brujas) no faltaron, por aquel entonces, los salteadores, destacando con fama singular aquel que apodaron “El Godé”.

El topónimo Mascún proviene de la voz árabe “maskhun” que según Briet significa, exactamente, como “lugar habitado por los espíritus, demonios y los seres sobrenaturales”. Queda por saber si los moros asimilaron esta denominación por hallarla ya anteriormente o bien fueron ellos los que efectuaron tal nombramiento, siempre presidido por los lobos y duendes.

El verdadero tramo de calidad de Mascún se inicia a la vista de El Castillo y la Ciudadela, formidables bastiones que dominan altivamente el cañón y lo fuerzan a estrecharse con sus poderosas proas y grandes espolones. El Castillo se yergue a la derecha del desfiladero y es un macizo y pesado risco, rematado en crestas, tajado en pavorosa vertical, como baluarte almenado y dotado de inaccesibles murallas. Según comentan, operaba desde su altura “El Godé”, teniendo a la vista el acceso a Rodellar y el camino hacia Otín, muy frecuentados en épocas pasadas y florecientes.Muy poco se sabe de la biografía de este bandolero que no era precisamente de los llamados generosos. No hacía distingos. Aligeraba a cuantos transitaban por la garganta, bien fuera cura, trajinante, mulero, hidalgo o pastor. No se tenía El Godé por maleante, afirmando con desenfado que tan solo se limitaba a recoger lo que la gente perdía por el camino. En efecto, tenía establecido un sistema de tributación que funcionaba por el procedimiento de que cada viajero abandonara, ostensiblemente y desprendidamente, parte de lo que llevaba consigo. El Godé guardaba buena cuenta de las entregas cumplidas y de tacañerías y se cobraba los chascos con venganzas sañudas y violentas. Pasaban un rato mediano los trajineros discutiendo, entre ellos, qué y cuanto debían dejar en la orilla del camino como “objetos perdidos”, siempre sin saber si el salteador les estaba observando de cerca o se había ausentado, momentáneamente, de esos contornos. El Godé murió despeñado y cuentan que mediaron en ello artimañas de mujer nunca detalladas.

Unos pocos años antes, con motivo de haber subido al Tozal o Cabezón de Guara (2077 m) tras la noticia de un suicidio ocurrido en la sima de La Grallera que ocupamos las páginas de la prensa nacional y extranjera durante unas cuantas semanas, visitamos con frecuencia aquellos pueblos de la zona:.Bastarás, Yaso, y Morrano. En todos estos pueblos, después de la cena con los más viejos del lugar montábamos largas tertulias .Y resultaba, realmente obsesiva, la continuada presencia de la mujer en todos estos parajes de la Sierra de Guara, siempre como protagonista de anécdotas e historietas. Algunas para contar y otras para olvidar.

La Ciudadela, por frente de El Castillo, es un magnífico monumento o mejor un magnífico conjunto de construcciones monumentales que parecen salidas del genio creador del arquitecto Gaudí. Está compuesta por un gran frontón rocoso, cóncavo, tan minuciosamente trabajado por la erosión que se diría es un amplísimo retablo artístico inigualable. Minado en su base por una tremenda excavación, montado sobre escoriales y taludes pedregosos, levanta sus rojas escarpas afiligranadas con obeliscos, pináculos de remate, ventanales, cilindros, peines de crestas y penachos de matorrales. Tiene a su lado la solitaria escultura de El Rey, monolito que semeja un personaje coronado, senecto en el color gris de la roca de coronación envuelto en el manto púrpura de los machones ferruginosos. A otro lado la “Cuca Bellosta”, también aislada, aguja espectacular curvada y afilada a manera de colmillo colosal, desafío permanente para cuantos gustan de separar los pies del suelo en la escalada artificial

Dicha aguja fue sometida por Orobigt y de Pablo de Montañeros de Aragón de Zaragoza, en 9 horas el 27 de junio de 1954, recibiendo entonces la denominación de aguja “Manuel Bescós” en homenaje al escalador que resolvió el último problema de Riglos (El puro del mallo Pisón) y luego fallecido en accidente de montaña.

Aún así, persiste en cambio la denominación popular y conocida por Cuca Bellosta. Y es que, entre los lugareños, circula la historia desde hace muchos años, de la existencia de un vecino apellidado Bellosta y bastante fanfarrón que presumía, ante quien le prestara atención y sin venir a cuento, de poseer un atributo masculino fuera de lo común en cuanto a sus dimensiones. De allí que, los vecinos de entonces, mofándose de él y a modo de burla y chanza, denominaran a esta espectacular aguja “la cuca Bellosta” y así se sigue conociendo hasta nuestros días.

Las paredes de Mascún se van estrechando después más y más, creando con sus barrocas estructuras, un paisaje babélico y alucinante. El perfil del “Hombre”, como uno de aquellos bustos de la famosa isla de Pascua, gravita sobre el vaso del cañón, frente a puntas, columnas y crestones. La garganta acoge ahora mayor vegetación: el inevitable boj, ganando declives y la gayuba (uva de oso) rastrera y colgante, asomada siempre a los parapetos y pretiles. Los pasos resultan ya muy angostos cuando llegamos a la Pipa, cruzando ante un bolo descomunal de un raro color grafito, en cuya culminación medran arboluchos que desconocemos su identidad. Las ollas del lecho del río, casi todas están secas, pero advertimos que, por sus dimensiones, podrán causar no pocas molestias al excursionista primaveral, debido a su gran encharcamiento y dificultad para pasar de un lado a otro eligiendo el camino más accesible. Sobre un pedestal cuadrangular, cortado a pico, se apoya la extravagancia escultórica de la comentada Pipa, auténtica cachimba gigantesca de piedra caliza; con su cazoleta en precario equilibrio sobre tres mínimos estribos. Aquí, el visitante, tiene ante sí la aparición de serias dificultades. Tenemos dos opciones: o remojarnos en el corto charco y escasa profundidad o comenzar a encaramarse, con mucho valor y decisión por la pared casi vertical.Salvamos, con ciertas dificultades y con los primeros síntomas de agotamiento, los Estrechos y a la salida de ellos, allí donde la garganta se retuerce en una pronunciada curva, se nos aparece la fuente del Onso, donde por supuesto no hay ni existe ningún oso, pero sí rico manantial reconfortante que con los grados sofocantes que estamos padeciendo nos lanzamos, alocados, para aplacar la sed que venimos acumulando.
El entorno de la fuente del Onso es tan abrupto como fantástico. Todo el declive es un surtidor de agujas, un mundo dislocado en el que se abigarra una multitud de peñascos sueltos, contorsionados megalitos y todo ello formando como un osario por la montaña roída. Este paisaje caótico se ordena y equilibra en el aparatoso y barroco acantilado de la Columnata del que, tomando prestada la frase de Briet, dijo que jamás viera un faraón tamaña obra en las arenosas orillas del Nilo.

Levantado el acantilado sobre las gradas ciclópeas del cauce del río Mascún, con sus magníficas columnas seriadas, cuatro columnas salomónicas, gemelas, recuerda, efectivamente, un templo fastuoso de leyenda; morada quizás o tumba sellada de los duendes errabundos y elementales que dieron nombre al cañón.En seguida, en una nueva curva de la garganta, otra fuentecilla muy parecida a la de El Onso y tan humilde y floja que puede pasar desapercibida.

El cañón de Mascún, viene finalizado para el excursionista en un sumidero de bloques gigantes llamado El Caos. El propio Lucient Briet recibió la advertencia de sus muleros de que, de allí no pasaría y efectivamente, no logró superar el obstáculo de los enormes pedruscos empotrados en la garganta, pese a la exploración que hizo de las tabicaciones y laderas altas de todo el recorrido de Mascún. Sin embargo, existe paso ascendente (extremadamente peligroso) que nos conduce al escondido tramo final del desfiladero. Se accede por un estrecho camino a la izquierda y ganando mucha altura trepando muchos metros, al verdadero y definitivo paredón epilogal.
El Caos, montón desordenado de bloques rodados, es un rincón sombrío y tristón, encerrado por muros que no tienen más de cuatro metros de separación y una altura impresionante. Nuestro ánimo se altera bastante ante una especie de escalofrío, claustrofóbico y de canguelo.Las grandes rocas obturan y embarazan el estrecho corredor como si fueran enormes cascotes o escombros de una atómica demolición universal.

Trepando por la izquierda,( imposible de relatar cómo llegamos a conseguirlo) se llega a un precioso mirador que pone a nuestra disposición la casi totalidad del cañón, adelantando el paisaje del otro lado de El Caos, erizado nuevamente de obeliscos.Allí nos reponemos de la aparición y sufrimiento del anterior escalofrío padecido.Vuelven a aparecer unos enormes buitres, persistentes en su vigilancia y sobre todo ahora que sus nidos los tenemos muy cerca aunque totalmente inaccesibles. Saltando sobre el aterrador abismo hacemos pié –de verdadero milagro- en una pequeña cornisa de la otra pared.Aquí, el menor error, falta de cálculo o miedo, puede resultar mortal de necesidad. Debemos bajar nuevamente hacia el lecho del río haciendo la travesía al revés de la ida.

Forzamos el paso por una menguada cornisa que nunca presta espacio mayor de medio palmo para colocar nuestros pies. La altura nos sigue pareciendo impresionante. Comenzamos a pensar en la incertidumbre de la caída o a que se eleve demasiado la sensación de vértigo. Vemos (y ya sabíamos) una enorme charca abajo, en el lecho del río. Espera abajo, tranquila y paciente, sabedora de que siempre caen DOS, de cada tres visitantes que circulan por donde ahora vamos nosotros.El pánico que se nos apodera al atravesar este corto espacio es indescriptible tambien. Rezamos a todos los santos pidiéndoles ayuda.( Nos la concedieron.)

Con mi amigo y acompañante Antonio Martinez éramos entonces y después, montañeros de medio pelo y sin equipo básico. Ningún guía de montaña nos quiso acompañar hasta el final aun cuando la oferta en metálico consideramos adecuada.

Mascún sigue fiel a si mismo en su tramo final; sin ceder un ápice de espectacularidad. Más adelante entramos en una amplia plaza circular, proscenio del gran anfiteatro donde la naturaleza parece haber apurado sus posibilidades de creación. Es El Circo que muy pocos hemos visto. Este circo es enorme hemiciclo cuajado de columnas, ojivas, puentes, óculos...........

Una poderosa torre cilíndrica domina el paraje.Ocupando la parte central, un elegante monolito, reloj de sol que corre su sombra por las abigarradas estructuras del anfiteatro, diferenciándolas, haciéndolas cambiar de color, de aspecto y hasta diríamos de formas. La garganta, en su paulatino estrechamiento, llega finalmente a unir sus paredes, formando un bello puente que le dicen El Beso. Basta atravesar esta puerta monumental para poder pisar el final del cañón. Un mallo rojizo hace de muga de frontera, repartiendo arduas y muy enojosas barrancas en las que es altamente recomendable no curiosear. La barranca de la izquierda conduce, en largo trecho, a Otín y la que hay a la derecha lleva a la aldea de Letosa.
El regreso es rápido puesto que el atardecer se está acercando después de unas diez horas interminables de recorrido. Muy cerca ya de Rodellar un pastor con su importante rebaño nos mira fijamente desde lejos. Es posible que este hombre, víctima de la atrofiante soledad de su meritoria profesión nos mire, entre incrédulo y asombrado, como si fuéramos los fantasmas de El Godé y El Bellosta disfrazados de pantalón corto y chirucas.

Cualquier fantasía es posible en Mascún......


JOSE YÁÑEZ LAIN

14 DE AGOSTO 1970

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